EL MAPA NO ES EL TERRITORIO
Es curioso comprobar cómo todos los momentos de la vida se
pueden aprovechar para nuestro aprendizaje personal, es más creo que en ciertos
momentos de relax, es cuando asimilamos mejor la moraleja de las cosas que nos
acontecen. Cuando estamos inmersos en nuestras ocupaciones cotidianas, nuestro
cerebro está ocupado con el día a día y procesa peor lo que nos ocurre y ello
afecta a nuestra capacidad para el aprendizaje y para extraer conclusiones. Nos
dejamos llevar por las prisas y por lo inmediato, sin tiempo para la reflexión
y asimilación de lo que nos ocurre en la vida.
Hace dos días estaba andando con mi padre y mi hermana en
una playa famosa de Andalucía, uno de mis paseos rutinarios de una hora para cuidar
el cuerpo claro. Pues bien, mi hermana se fijó en un coche que tenía varias
pegatinas en los cristales y comentó que estaba lleno de cosas y que no
entendía cómo veía el conductor. Ese comentario hizo que mi padre y yo
fijáramos nuestra atención en el coche.
A unos metros había una rotonda, y cuál fue nuestra sorpresa
cuando vemos que el coche la toma en el sentido contrario, ya os podéis
imaginar nuestra reacción diciéndole de todo menos bonito al conductor e
intentando averiguar de qué pueblo de los alrededores podía ser el dueño, en
fin la vida misma qué os voy a contar.
Seguimos andando
hacia la rotonda y ya se nos había olvidado el incidente cuando al adentrarnos
en la misma comprobamos que había una furgoneta cortando la circulación y varios
trabajadores podando ramas. Entonces nos dimos cuenta de que habíamos juzgado
antes de tiempo al conductor del coche.
El conductor, desde la entrada de la rotonda o glorieta,
tenía un campo de visión del que nosotros no disponíamos desde doscientos
metros más atrás. Él percibía una realidad que nosotros no podíamos ver ni
imaginar. Cómo íbamos a suponer que en plena temporada de verano el
ayuntamiento iba a hacer la poda de los árboles…
En conclusión, nuestro mapa no es el territorio. La verdad
no es absoluta. Nadie está en posesión absoluta de la verdad, todo es relativo.
Antes de juzgar o de condenar a alguien o algo hay que ponerse en la piel, en
los zapatos y en el lugar del otro, tal vez nuestro campo de visión cambie por
completo. O tal vez sigamos pensando igual pero por lo menos habremos
enriquecido nuestra forma de pensar y de ver las cosas.